Chapter VIII: Recuerdo Imborrable
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- Sara, ¿estás bien?
¿Cómo se suponía que debía de estar? Mi sorpresa fue tal, que los segundos que siguieron parecían interminables. No recuerdo haber quedado en ese estado desde que me dijeron que el viejito pascuero no existía; mi cuerpo había quedado paralizado, quería hacer tantas preguntas pero no me salían las palabras y ahí estaba él con una sonrisa. Daba la impresión que en cualquier momento me diría “Sara, tranquila si esto es una joda de VideoMatch”.
-¿Y Víctor? – le pregunte tímidamente.
- Tuvo que salir; debería estar por volver. – dijo mientras me daba un vaso.
¡Maldito el día en que sus padres decidieron llamarlos así! ¿Por qué no podrían ser nombres un poco más diferentes? Es verdad que Víctor y Héctor no suenan de manera similar pero ¿acaso no podían pensar en día en que una simple chica como yo solo escuchara la última parte del nombre?
- Y creo que no te debería dejar aquí, ¿quieres subir?
- Bueno – le dije un poco nerviosa
Y su recuerdo me volvió a perturbar.
Fue hace más de un año…
Toda la gente desesperada por la inminente llegada de fin de año, estudiantes sin nada que hacer, viejos pascueros todos sudados repartidos por todo el centro, temperaturas que ahogaban a cualquiera, etc. Todo se juntaba para probar la resistencia de nuestra paciencia, pero a mi no me importaba; no me importaba nada ya que estaba con él.
Estaba feliz.
Aquel día cumplíamos seis meses. Yo desde un principio presentía algo extraño. Él estaba extraño. No se por que no me percaté de ello; era como si no hubiese querido ver la realidad, no quería ponerme a pensar esas cosas en la víspera de nuestros seis meses. Solo quería llegar a ese día y lo logré, pero fue para peor. Él ya no era el mismo, pero yo no quería que cambiara, yo quería ese día estar feliz.
Era feliz.
La habíamos pasado genial, yo la había pasado bien.
Recorrimos el cerro Santa Lucía. Caminamos por el parque forestal. Vimos una película, que nunca supe cual fue, pero eso era lo de menos. Gastamos unos dineros que él se había hecho junto con los ahorros que yo tenía guardados. Hicimos casi de todo aquel día.
Yo me sentía feliz, él lo aparentaba.
Su sonrisa fingida me había hecho creer que todo estaba bien, yo pensaba que aquel día todo había mejorado. Creí que él ya no estaba tan raro, que su actitud había cambiado, que sus problemas habían desaparecido. Me cegué a verlo realmente.
Estábamos acostados en un parque, él me tenía entre uno de sus brazos. Contemplábamos la belleza de la luna, su grandeza. Él, yo, en un parque, a luz de luna. Todo era perfecto, pero no era como yo creía.
Iba a acariciarle la cara cuando vi una lágrima cayendo de su mejilla. Estaba conteniendo el llanto.
- ¿Qué sucede amor? – le pregunte un poco asustada.
- No me digas así por favor – dijo entre sollozos – no me lo merezco.
- Pero que dices…
- Sara, lo siento. Te he estado engañando todo este tiempo.